lunes, 20 de enero de 2014

SAGUNTO Y LOS PIRATAS ( I ): LAS TORRES DE VIGÍA

    Cuando alguien menciona a los piratas en seguida nos viene a la mente la típica imagen de los filibusteros del mar caribe, con sus fragatas llenas de cañones abordando los galeones que volvían de las américas cargados de oro. Sin embargo no tenemos que irnos tan lejos para encontrar autenticas historias de piratas, pues aquí mismo, en las costas valencianas, vivimos durante siglos amenazados por ataques de piratas y corsarios.  
    Efectivamente, aunque ahora nos parezca increible en el mar mediterráneo se practicó la piratería hasta principios del siglo XIX. Durante muchos años las costas españolas estuvieron expuestas a  incursiones de piratas que se dedicaban a atacar las poblaciones cercanas al mar, asaltaban granjas y caseríos, saqueaban cosechas y  tambien  secuestraban a pobres desdichados que después eran vendidos como esclavos.
   Este fenómeno de la piratería en nuestras aguas viene de antiguo. El propio Julio César, en su juventud, fue secuestrado por piratas cerca de la isla de Rodas, a donde había ido a estudiar oratoria con un afamando maestro griego.(75 a.C.).  A César le pareció ridículo el rescate que sus captores pedían por el y exigió que fuera doblado, cosa que los malhechores hicieron. Tras 38 días de secuestro la familia efectuó el pago y Cesar se despidió de los piratas no sin antes prometerles que los exterminaría, promesa que cumplió en cuanto regresó a Roma, reclutando marinos y armando una flota de guerra.
 En la edad media tambien los vikingos atacarán las costas españolas, sobre todo las del litoral cantábrico, aunque tambien se atrevieron a realizar  incursiones por el mediterráneo, llegando a remontar el río Guadalquivir y saquear Sevilla en el año 844, en época del Califa Abderrahman II. 
Curiosamente los musulmanes, que en esta ocasión fueron víctimas de la piratería, se convertirán siglos más tarde en los piratas más fieros y famosos del mediterráneo.

Escudo del Imperio Otomano, palacio de Topkapi, Estambul
El 29 de Mayo de 1453 los turcos conquistaron Constantinopla, la capital de Bizancio, el antiguo imperio romano de occidente. La ciudad, con el nuevo nombre de Estambul, se convertirá en la capital de su imperio. En pocos años el Sultanato Otomano se convertirá en una gran potencia que se extenderá por las costas del mar negro y del  mediterráneo oriental, desde tierras turcas hasta Hungría y Bosnia y desde Irak hasta Túnez.
 Los turcos se enfrentarán con las potencias cristianas europeas por el control del mar mediterráneo y sus rutas comerciales. En este contexto el imperio prestará apoyo militar y comercial a los piratas berberiscos, que desde las ciudades portuarias de Berbería (en los actuales países de Argelia y norte de Marruecos) atacarán los buques y costas españolas, pues España será durante los siglos XVI a XVII la principal potencia europea y el mayor enemigo marítimo de los turcos.

Monumento a Jairuddin Barbarroja, Estambul.
  Estos piratas eran en realidad corsarios, pues tenían licencia o patente de corso otorgada por el Sultán. Esta licencia era un permiso que les permitía quedarse con el botín saqueado a cambio de otorgar una parte al Estado, de manera que lo que para nosotros fueron piratas en realidad eran marinos militares que cumplían órdenes del Sultán a cambio de una parte del botín como paga. Los capitanes y gran parte de la tripulación eran turcos aunque, por tener sus bases en Berbería fueron llamados berberiscos. Los más famosos corsarios berberiscos fueron los hermanos Aruj y Jairuddin, ambos apodados Barbarroja y que se convirtieron en el terror del mediterráneo en aquella época. Hoy en día siguen siendo reverenciados en Turquía como auténticos héroes nacionales.

  Los piratas berberiscos asolaban las tierras del litoral español. El procedimiento que seguían era muy simple: llegaban a las costas generalmente de noche, atracaban en algún fondeadero tranquilo y al abrigo de la noche entraban en las casas y las saqueaban. Como las ciudades solían estar amuralladas todas las viviendas extramuros se convirtieron en presas fáciles. Así granjas, molinos y monasterios, edificaciones situadas alejadas de las murallas fueron sus principales objetivos. ¿Nunca os habéis preguntado porqué en el litoral valenciano hay tan pocos pueblos justo en la costa? Si os fijáis casi todas las ciudades se encuentran  unos kilómetros hacia el interior y lo que tienen en el puerto es un pequeño barrio de pescadores o grao, así sucede en Sagunto, pero tambien en Burriana, Nules, Castellón...etc. Excepto las ciudades que tienen una fortaleza justo en la costa (Como Peñíscola, por ejemplo) todas las demás se encuentran retiradas. Esto es por dos motivos: el primero es que las zonas cercanas a las playas eran marismas poco saludables y tambien por las frecuentes incursiones piratas.

Torre de Vigía de Torregarcía, Almería. S. XVI

 En el siglo XVI,  durante el reinado de Carlos I, se empezaron a construir una serie de torres de vigía a lo largo del litoral mediterráneo, desde Cataluña, Baleares y  Murcia hasta Andalucía, aunque será en esta última comunidad donde más se construirán. La función de estas torres era servir de atalayas y tambien avisar a las poblaciones cercanas cuando se veían las velas de los corsarios acercándose a las costas. En su interior se alojaba una pequeña guarnición, a veces solo dos hombres que, en cuanto vislumbraban señales de los piratas, encendían una hoguera en  lo alto de la torre. Mientras la gente de los pueblos cercanos viera que no salía humo de las torres podían estar tranquilos, porque eso quería decir que   no había moros en la costa. Efectivamente, fue en esta época cuando apareció este dicho que ha llegado hasta nuestros días. 
 En las costas valencianas tambien se construyen numerosas torres, entre los reinados de Carlos I y Felipe II, porque nuestras tierras fueron un escenario habitual de las razzias de los piratas. Así serán atacadas ciudades como Chilches y Denia en 1518 y 1529, Oropesa y Burriana en 1519, El Palmar en 1528, Oliva en 1529, La Vila Joisa en 1536...etc. 

  Los alrededores de Sagunto no serán ajenos a este conflicto. Así la noche del 16 de septiembre de 1547 unos doscientos piratas desembarcaron en el grao de Sagunto y al abrigo de la noche y con la ayuda de caballerías que les facilitaron los moriscos locales, se desplazaron quince kilómetros  tierra adentro hasta el monasterio de Santo Espíritu en Gilet. Tras saquear el convento y matar a tres monjes, se llevan al resto como prisioneros. Uno de los religiosos consigue escapar y avisa a los soldados del castillo de Sagunto, los cuales darán alcance a los piratas, que habrán de huir hacia los barcos abandonando a los monjes y a once corsarios rezagados que serán ajusticiados.  
Otra incursión que realizaron en nuestra comarca fue el saqueo de las granjas y casas cercanas a Faura el día 5 de junio de 1571, cuando secuestraron a 22 hombres mujeres y niños de los cuales nunca más se supo. 
   Como vemos, más que  incursiones de saqueo nos encontramos con autenticas operaciones de comando de la época, cuidadosamente planificadas y ejecutadas.  No es de extrañar que en esta época la población viviera bajo el continuo temor de ser asaltados en cualquier momento, temor que se acrecentaba por la ayuda que muy a menudo prestaban a los piratas los moriscos locales. El pánico a verse atrapados entre una invasión de musulmanes extranjeros y una revuelta de los musulmanes locales será uno de los factores que llevará a la expulsión de los moriscos de todos los reinos de España decretada por Felipe III en 1609.

Torre de El Puig, finales del S. XVI


Sin embargo la deportación de los moriscos tendrá un efecto contrario no deseado, ya que muchos antiguos musulmanes españoles se vengarán enrolándose como guías en la flota otomana. No obstante el poderío Turco quedó muy mermado tras la derrota que sufrieron en Lepanto en 1571. y estos ataques irán siendo cada vez menos frecuentes.
 En 1568  el rey Felipe II encarga al ingeniero militar italiano Luis Bautista Antonelli la fortificación de la costa valenciana. Del ingenio de este arquitecto saldrán obras como las murallas del acceso por tierra de Peñíscola o el castillo de Santa Bárbara en Alicante. Dentro de este proyecto de fortificación se construirán a lo largo del litoral numerosas torres de vigilancia. 
El castillo de Sagunto está situado en el centro de cinco de estas torres que protegían las costas que hay a sus pies y de las cuales solo conservamos dos.
Estas torres eran, de norte a sur:
-La torre de Almenara. Situada en la playa de esta población, desaparecida en el S. XIX.
-La torre de Almardá. En la playa de Sagunto, a unos 5,5 km al sur de la de Almenara. Era una torre cuadrada de tres pisos y trece metros de altura con una pequeña pieza de artillería en lo alto. Esta construcción llegó muy deteriorada al S. XIX y parece ser que sus restos desaparecen completamente a principios del XX. De ella solo nos ha quedado un rastro en la toponimia local: el actual camino de la torreta que va desde la población hasta el lugar de la playa donde esta construcción estaba. 
-La torre de Canet. A dos kilometros y medio de la torre de Almardá y en la desembocadura del río Palancia, construida al igual que la torre anterior en una zona con acceso al agua dulce para evitar que los piratas hicieran aguada allí. En un informe militar de 1673 se describe como una torre hexágonal. En otro de 1785 se incluye un plano que la describe con un pequeño recinto fortificado o barbacana anexo a la torre, aunque señala que ambos están muy deteriorados y su cañón inservible, a la vez que recomienda su urgente reparación. Estas obras no se realizarán nunca porque una riada se lleva toda la construcción en 1778.
-El fortín del Grao Vell. Del que nos ocuparemos detalladamente en una entrada a propósito, pues es la construcción de mayor tamaño y que mejor se conserva.
-La torre de El Puig. En la población de este nombre situada a unos 15 kilómetros de Sagunto. Esta aun se conserva, es una torre circular de 8 metros y medio  de altura y seis de diámetro. Tenía tres alturas y un lugar en lo alto para encender fuego. Su guarnición estaba compuesta  por dos hombres en su interior y otros dos a caballo que partían a avisar del peligro.

   El punto central de este sistema de defensa litoral en nuestra comarca era el castillo de Sagunto. En la fortaleza estaba la milicia que en caso de ataque descendía a caballo hasta donde se encontraba el peligro. También en el centro del castillo, en su plaza de armas se hallaba la ermita de la Magdalena, cuya campana (hoy trasladada a la población) se hacía sonar para avisar a los Saguntinos de estaban siendo atacados.
 En la siguiente entrada veremos como continuaron los ataques de los piratas a lo largo del tiempo y su relación con la construcción del Fortín del Grao Vell. 
Hasta la próxima entrada!













jueves, 9 de enero de 2014

PIEDRAS QUE NO ESTÁN DONDE DEBERIAN

  El Castillo tiene una historia muy larga: En gran parte es una fortaleza islámica edificada sobre una acrópolis romana la cual, a su vez se construyó sobre un opidum o poblado amurallado ibérico. A todo esto se suma el añadido de fortificaciones y baterías de artillería entre los siglos XVII a XIX y la construcción de bunkers durante la guerra civil española. Estamos hablando de un periodo de ocupación que va desde el siglo V antes de Cristo  hasta el XX de nuestra era. A lo largo de los siglos el castillo ha sido usado como fortaleza de manera ininterrumpida, salvo en dos momentos:  los apenas quince años que pasan entre su destrucción por Anibal  y su reconstrucción por Publio Cornelio Escipión (años 219 a 205 a.C.) y el lapso entre su declaración como monumento nacional en 1931 y el inicio de la guerra civil en 1936.  En todos estos años el castillo tuvo un uso militar, y en algunas épocas como la íbera y los primeros siglos de la dominación romana fue tambien población. Es decir, era una acrópolis o ciudad en lo alto, prueba de ello son las ruinas del foro en el interior de la actual fortaleza y los restos de muralla ibérica que aun podemos ver. 

  A partir del siglo I d.C. el espacio del antiguo opidum se va quedando pequeño para contener a la población y la ciudad romana es urbanizada en terrazas que descienden desde la montaña hacia el lugar que ocupa el Sagunto actual. Posteriormente, en época islámica el castillo será edificado y prolongado, incluyendo en su trazado las ruinas del antiguo foro imperial y sin respetar el trazado de la fortaleza íbera, cuyos restos en gran parte quedarán fuera del trazado de las nuevas murallas.
 Todas estas transformaciones que experimenta el castillo hacen que sea continuamente reformado para adecuarlo a las necesidades defensivas de cada época. Cada reforma  implica la utilización de materiales, generalmente piedra para levantar nuevos muros y edificios y en este contexto es donde se produce una gran reutilización de materiales. En efecto, aunque en el interior del castillo y en sus proximidades hay varios puntos que han sido utilizados como canteras, resulta mucho más barato reutilizar la piedra de edificaciones anteriores que ya no son útiles. Esto es lo que los musulmanes harán con las ruinas romanas, lo que los caballeros cristianos harán con los restos islámicos y romanos y  lo que en época moderna se hará con todo lo anterior. Este continuo reciclaje de materiales constructivos ha tenido dos efectos: el primero que tengamos pocos restos íntegros (a mayor antigüedad peor conservados están) y el otro efecto, digamos colateral, es que elementos y materiales de épocas muy diversas aparecen a veces mezclados e integrados en obras más modernas, haciendo a veces muy complicada su interpretación y datación.
 Esta mañana he estado en uno de esos puntos  del castillo donde elementos de varias épocas se funden en una mezcla curiosa.

  Se trata de un muro situado en el exterior de la plaza del dos de mayo, en el lado noroeste del castillo, ariba del pueblo. Se trata de un muro de tapial de época medieval que se construye pocos años después de la conquista de Morvedre por el Rey Jaume I  (1238), a fin de prolongar el castillo e incluir en su interior la torre albarrana o separada que la fortaleza islámica tenía en el extremo oeste de la montaña. Lo curioso es que esta obra se realiza reutilizando un material romano anterior: las columnas que se pueden ver en la base cortadas en trozos y dispuestas transversalmente.

 Estos fragmentos de columna están a su vez levantados sobre restos de un muro escalonado que les sirve de  base y se hayan en el exterior de la actual muralla. En este espacio se distinguen a simple vista unos 9 o 10 fragmentos (las columnas no están enteras bajo al muralla, sus fustes están cortados y usados como bloques). El muro inferior escalonado es de sillería y debía formar parte de algún edificio romano o íbero que existía en esta parte de la antigua ciudad sobre la que se levanta el actual castillo.





Después de unos pasos en dirección este se ve como toda la base de la muralla sigue estando formada por fragmentos de columna, aunque en algunos puntos el tiempo y las capas de revoque hacen que sea más difícil distinguirlas.








Curiosamente en este lugar  un algarrobo ha crecido echando sus raíces entre el muro y la columna romana. 
Este lienzo de muralla construido con fustes de columnas reutilizadas tiene unos 40 metros de largo (a ojo, no me llevé metro) y acaba justo al pie de la pasarela que une la ciudadela con el recinto del dos de mayo, justo debajo del foso que los separa. Allí se ven restos de  otro muro formado por material romano el cual incluye bloques de travertino,curiosamente  la roca con la cual estaba construido el templo del foro, cosa esta que sabemos por los restos de las columnas y del friso que aun se conservan. Esta roca es muy curiosa porque su textura porosa y su color blanquecino la diferencian claramente de la caliza azul  del castillo y porque no es un tipo de roca que exista en la montaña, los romanos la tuvieron que traer de otras canteras.



Este bloque tiene una ranura en el centro (he colocado el móvil al lado para que se vea el tamaño) por lo que posiblemente en origen  estaría integrado en el acceso a algún edificio,  formando  parte de un dintel donde podría  ir situada una puerta a cuyo cierre correspondería  la ranura (Esto es una suposición personal y como tal debe entenderse, no soy arqueólogo)












  A pocos metros hay una columna cuya unión con el muro ha caído o ha sido manipulada por alguien, quizás para medirla durante algún trabajo arqueológico. Esta columna tambien es de travertino, el material que los romanos usaban para los edificios más monumentales como los templos (El coliseo en Roma esta construido con bloques de esta piedra). Esta columna en cuestión está estriada como las del antiguo templo del foro, aunque su diámetro parece ser menor (prometo volver con un metro y actualizar la entrada). 
Sin embargo veo poco probable que esta columna al igual que las otras pertenecieran a edificios del foro romano. ¿Por que digo esto? 
Volved a pegar un vistazo a la primera foto de esta entrada y lo comprenderéis: es una panorámica del castillo tomada desde la ciudadela, es decir desde apenas 25 metros del punto donde están estas columnas. El foro romano está debajo, en la otra punta del castillo, casi al final de lo que se ve en la imagen.
¿Que sentido tiene desmontar unas ruinas romanas y arrastrarlas casi un kilómetro cuesta arriba salvando tal altura? ¿No es más lógico pensar que en la edad media se reutilizaron unas ruinas que ya existían en esa localización o en algún punto cercano? 
 Por lo que conocemos de la historia del castillo la población de la montaña y su urbanización a lo largo de la historia ha seguido un patrón descendente: de arriba a abajo y de oeste hacia el este. Correspondiendo a la parte más elevada del castillo,  en su extremo oeste, el emplazamiento original de la fortaleza íbera, de hecho la mayor parte de los restos de muros de esta época se concentran en el oeste y suroeste de la montaña. Es lógico pensar, que al igual que sucedió con el foro, la ciudad romana en parte estuviera asentada sobre ruinas íberas, por lo que no es descabellado suponer que en este punto del castillo tambien pudieron existie edificios romanos de tipo monumental como templos, de los cuales no queda apenas nada debido a las continuas reformas realizadas en el castillo. 
  Sabemos tambien que en el siglo XVIII el Arzobispo de Valencia Antonio Despuig, junto con un erudito inglés (Lord Cuningham), realizan unas excavaciones arqueológicas en el castillo. Uno de los puntos donde excavan es en la antigua torre de Hércules, actual ciudadela, un lugar muy cercano a donde se encuentra este muro de las columnas. En su subsuelo encuentran cuatro columnas rotas pero aun verticales, un capitel y dos grandes losas de caliza azul romana. La conclusión que podemos sacar es que en la cima del castillo existieron monumentos en época romana que desgraciadamente y por los avatares de la historia no han llegado hasta nuestros días o han llegado destruidos,  mezclados e integrados en obras posteriores.

ACTUALIZACIÓN:
 He vuelto a visitar este lugar dos años despues y me he dado cuenta de un par de cosas interesantes. La primera es que hay unos cuantos sillares romanos de tamaño considerable en la ladera de la montaña que está justo debajo de este tramo de muralla. Esto me reafirma en mi opinión de que es más fácil que se trate de material que ya estaba situado en lo alto de la montaña cuando se reutilizó en la edad media y que no fue subido desde el foro o desde el pueblo (es más fácil que los bloques hayan ido cayendo rodando montaña abajo)

















La otra cosa que me llama la atención es la estructura de sillares escalonados que se ve justo delante del tramo de muralla que concentra el mayor número de fustes de columna  ¿Se trataria de una escalera? ¿Un acceso a algún edificio romano? ¿Un templo?.






miércoles, 1 de enero de 2014

LAS CISTERNAS DEL CASTILLO (II)

Continuamos en esta segunda entrada con el tema del abastecimiento de agua en el castillo. Anteriormente habíamos visto las cisternas de tipología íbera que supuestamente serían las más antiguas del castillo. Muchas de estas cisternas serán conservadas y mejoradas por los romanos, los cuales tambien construirán nuevos depósitos de agua en el opidum. Precisamente el más espectacular de estos lo tenemos situado en el flanco sur del foro romano, concretamente a unos cuatro metros de profundidad.

Respiradero de la cisterna de los 22  pilares en el foro romano.
En esta parte del foro podemos ver dos torrecillas separadas por un barracón de chapa usado como almacén por los arqueólogos. Estos cilindros están huecos y son los respiraderos de la gran cisterna romana que hay en el subsuelo. En la antigüedad estos respiraderos fueron tres, pero hoy el tercero está roto a ras del suelo y se halla cubierto por una tapa de alcantarilla junto a la antigua casa del guarda. La función de estos respiraderos es comunicar el depósito de agua con el exterior, de manera que el aire pueda salir según la cisterna se va llenando de agua.



Colector de agua, al fondo la torrecilla del respiradero

   En el lado este del foro y frente al primer respiradero se puede ver descubierto el antiguo canal subterráneo que recogía el agua de lluvia y la conducía hacia el interior del depósito.
   La cisterna que se encuentra bajo nuestros pies es la más famosa y espectacular del castillo (aunque no la de mayor capacidad). Se trata de una construcción de 65,6 metros de largo por 4,15 de ancho y su bóveda se asienta sobre unos arcos que descansan sobre 22 columnas de dos metros de altura, las cuales le dan el nombre por el que es conocida: la cisterna de los 22 pilares.
    Esta cisterna ocupa todo el lado sur del foro, desde la muralla que cierra la plaza de Almenara hasta el subsuelo de la antigua casa del guarda, en cuyo jardín aun se encuentra el brocal del pozo.

Cisterna de los 22 pilares, interior.
Pozo de la cisterna en el jardín de la antigua casa.

















En época islámica esta cisterna seguirá en uso y a ella se sumarán otras que los nuevos ocupantes construirán. Precisamente serán los musulmanes los que nos han dejado en herencia una de las palabras por las que las conocemos: Aljibe en castellano o en valenciano aljup, que viene del árabe Al jub, es decir: el pozo.
Algunas de estas cisternas o aljibes seguirán en funcionamiento a lo largo de los siglos, llegando incluso hasta nuestros días. Tal y como pasa con el aljibe situado en la plaza de estudiantes y llamada del llavaner, por tener un lavadero o pila de piedra anexo (ver entrada), el cual será usado durante todo el siglo XIX y parte del XX por la guarnición,  o la propia cisterna de los 22 pilares que aun hoy se llena de agua en cuanto llueve.  Otros aljibes no han llegado hasta nosotros en tan buen estado y tan solo conservamos  sus ruinas o apenas unos fragmentos del revoque interno.
Cisterna del llavaner.

Cisterna de los 9 pilares, romana reformada en la
 edad media. Es la de mayor capacidad del castillo.
  Esta forma cilíndrica tan característica de los respiraderos es la que muchas veces nos ayuda a localizar  los aljibes que están debajo. Otros están tan escondidos o tan deteriorados que podemos pasar por encima de ellos sin darnos cuenta de su presencia. Paseando por el castillo es muy fácil ver más de un gran agujero excavado en la roca del suelo. No penséis que son fruto de la naturaleza, acercaos y comprobareis que su interior suele estar recubierto de un revoque de mortero para hacerlo impermeable. 
Estas ruinas son la herencia que la más vital de las necesidades nos ha dejado en el castillo.